La mañana había comenzado con la visita a las Minas Prehistóricas de Gava, un recorrido histórico por el neolítico para conocer más sobre la extracción de la variscita. Desde Gava subimos al autobús que nos conducía al siguiente punto, el Castillo de Castelldefels.
La agradable población costera de Castelldefels siempre ha estado asociada a su fantástica playa punto de vacaciones de turismo familiar, pero la razón que nos traía hoy aquí no era su costa, ni el Parque Natural del Garraf, otro de los atractivos. Cuando nuestros compañeros y colaboradores del consorcio de Turismo del Baix Llobregat nos propusieron visitar el castillo, no nos imaginamos ni de lejos que tras sus paredes íbamos a encontrarnos historias tan interesantes como las que os contamos a continuación.
Resulta cuando menos curioso que como su topónimo indica, el castillo sea el gran desconocido de la ciudad. De origen íbero, la primera referencia de la colina donde se halla el castillo llega del Kastrum Felix, nombre del que luego derivaría en Castro de Fels, Castro Fidelium, Castel de Felchs y Castell de Felchs.
Mientras subimos por las pasarelas que suben haciendo zigzag vamos descubriendo algunas torres que funcionaban como bastiones defensivos y puntos de vigilancia ante las razzias que llegaban por mar. Hoy en día la costa está bastante más lejos, pero en la Edad Media el Llobregat era navegable y no estaba depositados los arenales del Delta.
En la entrada nos esperaba puntual nuestra guía, para iniciar la visita exclusiva para nosotros. El conjunto lo forman unos extensos jardines, junto a varios edificios que a lo largo de los siglos se han ido solapando, la iglesia de Santa María, el patio de armas, las cuadras donde se llevan a cabo exposiciones temporales, la sala institucional, la sala de esgrima y la terraza panorámica.
Como muchos castillos, el aspecto «idealizado» es fruto de los caprichos de los propietarios que buscaron con el auge del Romanticismo ensalzar valores arquitectónicos del Medievo, acometiendo reformas en ocasiones agresivas que transformaron fortificaciones defensivas en auténticos castillos de hadas. El Castillo de Castelldefels no se salvó, y esta es la razón por la que la estructura almenada es obra de Manuel Girona y Agrafel, banquero propietario, que en 1897 transformó el recinto, añadiendo elementos neogóticos.
Del castillo primigenio no queda apenas nada, en gran parte porque en el siglo XVI la Corona Española refuerza la estructura anterior para hacerla más consistente y poder proteger a la población de las incursiones berberiscas llegadas por el mar.
Las salas más lujosas del recinto son la Sala Institucional y la Sala de Esgrima, ambas del siglo XVII, aunque acondicionadas por Manuel Girona, cuyos aportes estéticos se distinguen con el Escudo de la Baronía d’Eramprunyà (título comprado para hacerse con la propiedad del castillo). Girona era un banquero que con su fortuna buscaba conseguir el prestigio aristocrático. Fundador del primer banco privado de España, su vocación empresarial y vinculaciones políticas le permitieron colaborar con otras figuras relevantes de la vida social y económica de la burguesía catalana, como con Antonio López y López (Marques de Comillas), con el que fundó la Compañía General de Tabacos de Filipinas, siendo socio de aventuras inversoras como la de los Altos Hornos de Vizcaya. El mausoleo familiar de la Catedral de Barcelona recuerda la contribución económica que hizo para restaurar la fachada del templo en 1888, momento en el que la capital condal es el centro del mundo con la Exposición Universal.
En 1988 el ayuntamiento adquirió el castillo, cuyo estado era precario, siendo necesario iniciar un proyecto de restauración que ha servido para que desde 2011 sea un patrimonio al alcance de los ciudadanos.
El punto final de la visita es la Iglesia de Santa María, el espacio más antiguo del castillo, con orígenes en el siglo X, si bien fue reedificada en el XII, y durante los siglos XIV al XVI se adaptó a la función defensiva del castillo anexo. Allí, para sorpresa nuestra están algunos grafitos de prisioneros de las Brigadas Internacionales, que encerrados en la capilla de la Mare de Déu de la Salut dejaron constancia de su cautividad.
El Castillo de Castelldefels y la Guerra Civil
La encomiable contribución de las Brigadas Internacionales a la causa republicana tiene en los sucesos acaecidos en el Castillo de Castelldefels una mancha que no debe ocultarse.
Albacete se había convertido en un primer momento en el centro de organización y mando de las Brigadas Internacionales. Con el avance franquista después de la Batalla del Ebro, la prisión de brigadistas encarcelados por deserción o por contradecir las directrices del mando comunista fue trasladada al Castillo de Castelldefels.
Durante menos de un año, de abril de 1938 hasta el 22 de enero de 1939 Castelldefels funcionó como prisión y centro de tortura de desertores y de brigadistas «considerados» reaccionarios o poco dados a la disciplina política de determinadas ideas. En torno a un millar pudieron pasar por el castillo, si bien sólo hay constancia y testimonio de unos 700. Por el recinto pasaron brigadistas de diversas nacionalidades, entre ellos.
En 1989 los trabajos de restauración por parte del ayuntamiento sacaron a la luz la existencia de una serie de pintadas y graffitos, cuyo estudio permitió relacionarlo con el paso de los prisioneros de las Brigadas Internacionales. Gracias al testimonio del danés Poul Erik Dreyer que publicó un relato de las penurias vividas en el castillo, y de los dibujos del francés Henri Lamotte y el italiano Antonio Stoffella podemos conocer más sobre su encierro.
Resulta casi inverosímil que esta huella de los brigadistas haya pervivido durante todo el franquismo, máxime si atendemos a que se halla en la capilla.
Los excesos, las torturas y la saña de los responsables de la prisión del castillo, especialmente de los tenientes Copic y Marcel Lantés hicieron que la situación llegase a altos mandos, que constataron como la impunidad de los carceleros se iba de las manos hasta el punto de que se producen varias ejecuciones, de las que no queda rastro desafortunamente. Gracias a los testimonios de algunos de los brigadistas que lograron volver a sus países de origen como Carlo Penchienati, en los últimos años se ha logrado trazar un boceto de algunas de las penurias que sufrieron durante su paso por Castelldefels.
Los dibujos e inscripciones van desde mensajes políticos, retratos gráficos de la situación bélica, dedicatorias, simples firmas y hasta caricaturas de Lenin o la Pasionaria. Uno de los más gráficos es una locomotora que parte dirección Cérbere (camino de Francia), atribuida al italiano Antonio Stoffella. Otro de los dibujantes de talento encerrados fue el francés Jacques Lamotte, junto a los daneses Harry Annfeldt, F.N.P Hansen y Simon Bodholt que dejaron su «firma» en las paredes de la capilla.
La exposición temporal que va camino de convertirse en indefinida es un compendio de objetos, armas y documentos de las Brigadas Internacionales, que a partir de varias colecciones privadas nos acerca a la labor de los voluntarios, algunos de ellos torturados en el castillo.
Como llegar al Castillo
El tren de Cercanías (Rodalies) de Renfe nos deja en la estación de tren, desde donde tenemos un paseo de quince minutos hasta la falda del castillo. Veremos varios caminos que serpentean ascendiendo hasta la entrada al castillo. Si acudimos en coche hay un parking junto a la entrada, en la Plaça Castlle, en la Avenida Manuel Girona.
Información y horarios de Visita
El ayuntamiento de Castelldefels está iniciando un proyecto de difusión y revalorización del castillo, lo que ha permitido incrementar los días de visita. Por ello todos los domingos el castillo abre sus puertas, con visitas guiadas en inglés (10:30), y castellano y catalán (a las 12h), con un recorrido de una hora que permite conocer la historia del castillo. Para adquirir las entradas lo mejor es llamar a la Oficina de Turismo, donde os proporcionarán detalle del precio, información de reserva para grupos y eventuales cambios de horario.
Ana Victoria Dominguez
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Una hora es muy poco, se necesita más tiempo para ver al menos algo del castillo de Castelldefels
El Giróscopo Viajero
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Hola Ana! Estamos de acuerdo. El castillo de Castelldefels es muy interesante, y al menos merece la pena pasar un buen rato sin mirar el reloj.