Recorriendo Oporto en un viaje de 3 días. Un buen sitio para dejarse el corazón…

Los viajes se construyen a partir de sueños y los sueños pueden o no volverse realidad, afortunadamente Oporto es un sueño materializado y que bien valdría la pena, echar la cabeza a la almohada y soñar, y soñar, en un permanente estado onírico y andar sus calles, y aprenderlas de memoria… Hacerlas propias…

Es difícil hablar de un lugar del que te has enamorado, porque la objetividad se anula, se nublan las apreciaciones neutrales. Yo sé que soy una enamorada empedernida de mi entorno y quizás soy un espíritu optimista que ve en todo lo bueno, porque en cada sitio al que viajo, encuentran un hogar mis pies, pero Oporto es diferente, Oporto no intentaba conquistarme… Será porque nunca me planteé Oporto como un sitio turístico al que me unían unas ganas irrefrenables de visitar… Apareció en mi mapa casi por casualidad, fue gracias a mi compañero de viaje y a la gente, que al saber que nuestro próximo destino era ésta maravillosa tierra, nos habló tímidamente de su encanto.

Será que cuando se viaja libre de expectativas se disfruta más de las experiencias, será que Oporto es como un buen amante: galante, romántico, con la labia elocuente y la sonrisa correcta que te conquista de a poco con sus hipnotizantes vistas, con ese aire bohemio, decadente y a la vez pintoresco, con esas calles plagadas de arte en sentido textual… En los escaparates, los buzones, los edificios abandonados, en los azulejos relucientes… En su gastronomía… En su gente… En las notas magistrales de sus vinos de Oporto… Desde todos sus ángulos, desde todas sus perspectivas… De día, de noche… Desde de una orilla, desde la otra cruzando el Río Duero en Vila Nova da Gaia…

Oporto y sus barcazas resposando en la ría con los ténues tonos del atardecer
Oporto y sus barcazas resposando en la ría con los ténues tonos del atardecer

Mírese desde el prisma con que se mire, la óptica no engaña. Hay opiniones encontradas respecto a mis enuncias, hay quienes no se sienten atrapados, ni de golpe, ni secuencialmente, pero yo soy fan de las opiniones divergentes, porque enriquecen, siempre y cuando no condicionen al viajero, ni para bien, ni para mal.

Y así, con el sentimiento de viajante impoluto, recorrimos Oporto. Nuestro alojamiento se hallaba en una posición favorable para visitar lo puntos más emblemáticos de la ciudad, además somos de los que prefieren sangrar los pies, antes que perderse hasta el último recoveco. Era un apartamento bastante confortable, limpio y bien decorado, que podemos recomendar ampliamente en su visita a Oporto, basta contactar con nosotros para proporcionarles los datos y la persona de contacto, que valga resaltar, es muy amable y simpática.

Nuestros primeros encuentros fueron con la Estación de Sao Bento, lugar al que llegamos después de coger el metro desde el Aeropuerto, de una sublime belleza que le confieren los azulejos que recubren su interior, ¡más de 20.000!, para después andar por la Rua das Flores, donde hicimos descubrimientos para atesorar cada día que la andamos…

El incríble decorado en la Estación Sao Bento que narra la historia de Portugal
El increíble decorado en la Estación Sao Bento que narra la historia de Portugal

Uno de los primeros edificios monumentales que encontramos a nuestro paso, fue la Igreja da Misericórdia, con la que hay que afinar la vista para no pasarla desapercibida, construida en el S. XVI y decorada con la característica cerámica portuguesa. La fachada es del XVIII, constituyendo uno de los ejemplos más característicos de la arquitectura religiosa barroca y rococó de Oporto. Nicola Nasoni, autor también de la Torre y la Iglesia de los Clérigos, estuvo detrás de su ejecución.

La Iglesia de la Misericordia destaca entre los edificios de la Rua da Flores
La Iglesia de la Misericordia destaca entre los edificios de la Rua da Flores

Ésta singular calle, la Rua de Flores,  es un goce para la vista, entre edificios históricos, algunos de ellos que son una oda al color o sus galerías de arte callejera en cada esquina y qué decir de sus buzones decorados con quiméricas obras artísticas para completar el cuadro; hacen de Oporto un deleite visual que deja ver, a manos llenas, el rebosante el talento de los artífices portuenses.

El arte plasmado en los buzones le da vida y color a las callejuelas
El arte plasmado en los buzones le da vida y color a las callejuelas

Y siguiendo ésta misma línea, nos cruzamos con una tienda tradicional, de esas de toda la vida, donde parecía que si tocabas las barricas, podías retroceder en el tiempo y ver el esplendor de aquellos edificios hoy avejentados, carcomidos por el ruin paso del tiempo… «Rescatados» por artistas urbanos que se dedican a hacer alguna graciosa obra pictórica que le dé un toque de color y vida para que sientan que no han sido abandonados del todo, que importan, que existen mientras posemos nuestros ojos en ellos.

El rescate de edificio abandonados a través del arte es un toque que fascina en Oporto
El rescate de edificio abandonados a través del arte es un toque que fascina en Oporto

Y es que recorrimos 100 veces la Rua da Flores, era nuestro cruce cotidiano, ya sea para descubrir algo nuevo en sus entrañas o por ser una vía de comunicación entre puntos de la ciudad que quedaban a su paso, pero sin fallo, siempre rebosaba de vida y alegría, sin importar que hora marcase el reloj. Los colores y la magia se apoderan de ella. Hasta sus portales son una paleta de colores, de tonalidades que nos hacen sentir como un personaje más salido del pincel de algún artista.

Colorido edificio en la Rua da Flores
Colorido edificio en la Rua da Flores

Nuestro primer día lo dedicamos a descender por Rua Nova da Alfândega para tener vistas del Río Duero, aunque aún lejanas, sólo rozamos de refilón sus aguas, porque nuestro destino era la Iglesia de San Francisco, no sin antes encontrarnos con el simpático tranvía que recorre Oporto y con el que tuvimos más de un encuentro por la ciudad. El cual, hoy más que un medio de transporte, es parte de una de las atracciones turísticas que componen las muchas que caracterizan a ésta bella ciudad portuguesa.

El simpático tranvía que recorre la ciudad
El simpático tranvía que recorre la ciudad

La Iglesia de San Francisco, data del S. XIV y es un importante referente arquitectónico y de belleza en Oporto, en ella predomina el estilo gótico con algunos guiños románicos y barrocos, llevados a cabo en el S. XVII y XVIII, como son el rosetón y la fachada.

Fachada de la Iglesia de San Francisco
Fachada de la Iglesia de San Francisco

En el interior destaca la repujada ornamentación en sus tres naves recubiertas de oro y un árbol de la vida representando a Jesús (Arvore de Jessé) y como ramificaciones sus discípulos. Un verdadero e impecable trabajo artístico de Manuel Carneiro Adao que ha servido para que se la conozca como la Iglesia de oro.

Árbol de Jesús y sus discípulos tallado impecablemente en madera.
Árbol de Jesús y sus discípulos tallado impecablemente en madera.

La visita a la iglesia se combina con el museo, que cuenta con un muestrario de piezas de la iglesia y las catacumbas, donde se hallan enterrados parte de la orden de los franciscanos y familias pudientes de la época.

Catacumbas de la orden de los franciscanos y de la clase acomodada
Catacumbas de la orden de los franciscanos y de la clase acomodada

La cara trasera de la iglesia da hacia al Jardim do Infante Dom Henrique; en el centro, por supuesto, se halla un monumento dedicado al Infante, también conocido como “El Navegante”, apodo adjudicado en el siglo XIX por un par de historiadores alemanes. Las expediciones financiadas por el príncipe permitieron el reconocimiento de Madeira (1418)  y colonización (1425), así como de las Azores (1432), además de grandes descubrimientos al doblar el Cabo de Bojador;  abriendo con sus expediciones marítimas, importantes rutas de comercio para Portugal.

El "Jardim Dom Henrique", la Estatua del infante, el Palacio de la Bolsa y la cara trasera de la iglesia se aprecian en ésta postal
El «Jardim Dom Henrique», la Estatua del infante, el Palacio de la Bolsa y la cara trasera de la iglesia se aprecian en ésta postal

La plaza también la compone el Palacio de la Bolsa de estética neoclásica, construido para 1842 por el Arq. Joaquim da Costa Lima y el Mercado Ferrerira Borges (hasta 1885 Mercado da Ribeira), éste último que resalta con su brillante color rojo y su estructura forjada en hierro, muy del estilo ochocentista de Portugal y otras ciudades europeas que adoptaron éste vertiente arquitectónica. Su nombre hace honor a José Ferreira Borges, un jurista y político liberal de la época, quien fuera pieza clave en la revolución de 1820, así como también posteriormente en la reorganización de las actividades comerciales y económicas de Portugal.

Vista desde el Mercado Borges hacia el Río Duero
Vista desde el Mercado Borges hacia el Río Duero

Si nos acercamos al interior, hoy podemos encontrar un espacio multidisciplinario, que bien puede ser de día una estupenda galería de arte, enmarcando obras entre sus relucientes arcos metálicos o el conocido Hard Club, un centro nocturno de entretenimiento donde se presentan conciertos a pequeña y gran escala, además de que sus salas comútambién albergan exposiciones fotográficas. Esto a recientes fechas, después de que se haya replanteado su uso al no tener el éxito esperado tras la sustitución. Actualmente el Mercado Ferreira Borges está catalogado como Edificio de Interés Público.

La estructura interior del Mercados Borges Ferreira
La estructura interior del Mercados Borges Ferreira

Desde aquí decidimos bajar, para saludar al río Duero y poder admirar de cerca la imponente estructura del Puente Luis I, bajando en línea recta desde el Jardín Infante, nos encontramos con pequeñas terrazas muy agradables para tomar algo y disfrutar de las vistas que regala el río, aunque nosotros decimos andar un poco más y tener un encuentro definitivo con el rey de tantas postales de Oporto…

Agradables terrazas a los pies de la Ribeira
Agradables terrazas a los pies de la Ribeira

Y ahí estaba, majestuoso, imponente, fuerte: el Ponte Dom Luís I, en portugués, es obra del ingeniero alemán Thëophile Seyrig, quien fuera socio del afamado Gustav Eiffel, después de que a la compañía de éste último, le fuera rechazado el proyecto que había presentado para unir Oporto y Vilanova Gaia… Nosotros no pudimos esperar a disparar nuestras cámaras en un afán de inmortalizar ese momento para seguir andando hacia arriba con la intención de poder llegar hasta él.

La imponente estructura del "Ponte Dom Luis I"
La imponente estructura del «Ponte Dom Luis I»

Oporto es un sitio al que hay que ir con los sentidos alertas para no perderse nada, para engullirlo todo con los ojos, pero no sin antes paladearlo… Hay belleza hasta en los más inimaginables espacios, basta estar atento y con la capacidad de ser maravillado al más bajo nivel sensitivo, para captarlo todo… No basta con recorrer lo sitios con ojos de turista común que sólo quiere visitar los 4 puntos señalizados en la ruta. Hay que vivirlo y adentrarse como si fuese el propio hogar…

Recovecos de Oporto que conquistan
Recovecos de Oporto que conquistan

En nuestros andares descubrimos las casas que se hayan al pie de la ría y que complementan el paisaje de las postales de Oporto, por sus coloridos tonos y cerámicas que fulguran bajo la luz del sol. Ya estábamos familiarizados con ellas, pero jamás será lo mismo poder captarlo con la lente de nuestra propia óptica.

Las casas de colores revestidas con cerámica a lo largo de la ría
Las casas de colores revestidas con cerámica a lo largo de la ría

Es una zona donde se concentra, como debía esperarse, una gran cantidad de turistas, que ávidos de disfrutar del paisaje, se sientan en las terrazas que se extienden a lo largo del paseo para hacer pausa, beber una buena copa de vino y deleitarse pleno con el entorno.

Terrazas con vista a la ría y el Puente Luis I
Terrazas con vista a la ría y el Puente Luis I

Sin embargo, a nosotros, nuestro afán incansable de no perdernos nada, nos impele siempre a seguir, a descubrir y redescubrir… Ya habría tiempo de interludios… Además la ciudad invitaba a seguir recorriéndola. Era nuestro primer día y estábamos sedientos de más. El vino no era precisamente lo que aplacaría ésta sed…¡Je!

Contrastan los colores de las terrazas y las casas
Contrastan los colores de las terrazas y las casas

Curiosa, como es nuestra naturaleza, nos sentimos atraídos por un elevador que parecía conducir hacia un estupendo punto panorámico, pero justo divisamos al lado unas escaleras que parecían ascender hasta allí también. Así que la segunda opción nos parecía mejor, eso de recorrer sus callejuelas y mimetizarnos entre los locales nos viene como anillo al dedo y con suerte, llegaríamos hasta esa vista que prometía el ascensor… ¡Total! Perderse es encontrarse y con ésta filosofía emprendimos el ascenso… Tras recorrer una buena cantidad de escalones y haciendo ya bastante acopio de hambre, normal casi llegada la hora de la comida,  nos cruzamos con alguna vista del puente y de la fortaleza, hasta que por fin llegamos al encuentro del final del ascensor, donde también hallamos a unas amigas aladas reposando cuan largas eran al baño del sol y con una de las mejores vistas de Oporto. ¡Ellas sí que saben de la buena vida!… Si yo tuviera alas…

Vistas desde el punto panorámico del ascensor
Vistas desde el punto panorámico del ascensor

Nuestra hazaña no culminó aquí, había un edificio que parecía mostrar una tácita aquiescencia, implícita en sus puertas de par en par que parecían invitarnos a continuar el ascenso a través de una hilera de escaleras que se alargaban hacia un punto más alto de admirar, bueno eso creímos o quisimos entender, así que pues ¡ahí vamos!

Ascensor que conduce a la panorámica del puente Luis I
Ascensor que conduce a la panorámica del puente Luis I

Lo prometido nos dio recompensa y obtuvimos alguna vista más, igualmente espectacular y ya un tanto “famélicos” por el esfuerzo y los aromas que iban llegando desde las cocinas de los restaurantes de la ría o bien, desde las casas de los portuenses, ya entraban ganas de tocar alguna puerta, poner cara de niños buenos y hacer algún amigo que nos alimentara con un buen plato de comida hogareña.

Vistas desde los vericuetos porteunses hacia la fortaleza
Vistas desde los vericuetos porteunses hacia la fortaleza y el puente

Más lo único que logramos deglutir fueron las ganas de atrevernos, eso y el arduo ascenso, que como si de una penitencia se tratase nuestro estado hambruno, el cuadro lo completó la casi interminable subida por las Escadas das Verdades. No nos extraña el porqué de su nombramiento, al llegar hasta allí uno confiesa lo que haya que confesar mientras no se tenga que seguir subiendo…¡Je!  En ese momento la única y más sincera verdad era ¡esa!, que moríamos de hambre e implorábamos por un buen manjar “tripeiro”. Fervorosos imploramos a San Antonio y a San Pascual Bailón que nos mostrara el camino hacia un buen mesón, valga la rima.

La verdad sale a relucir después del ascenso de una buena cantidad de escalones
La verdad sale a relucir después del ascenso de una buena cantidad de escalones

¡Y el milagro llegó! No sabemos aún si los dos anteriores metieron mano, pero a buen augurio dimos con la Av. dos Aliados, que ¡vaya qué lo fueron! al conducirnos hacía un pequeño lugar que tenía pinta de platos caseros y que era llevado por un par de señores muy afables, que servían con rauda displicencia. Puede que éstos últimos dos se lleven ese título de aliados al apaciguar copiosa y suculentamente a nuestra latientes barrigas.

Y hablando de pares y parejas… Comimos un par de platos que parecían muy típicos, el caldo verde y una «caldeirada de peixe». La verdad es que para ser nuestra primera comida en Oporto, fue una afortunada elección con la que abrir el telón.

Plato hecho a base de pescado y mariscos. Una delicia portuense
Plato hecho a base de pescado y mariscos. Una delicia portuense

Ya satisfechos, reanudamos el camino sobre la misma avenida para encontrarnos con los Paços do Concelho (el Ayuntamiento de Porto), un bello edificio de estilo art noveau al final de la «Praça da Liberdade», el corazón del barrio de la Baixa.

Cámara Municipal de Oporto
Cámara Municipal de Oporto

Donde también destacan la estatua ecuestre de Pedro IV, con sus 10 metros de altura, forjado en bronce, obra del escultor belga Antoine Camels, culminada para mediados del S. XIX, en representación del monarca mostrando la Carta Constitucional al pueblo.

Plaza de la Libertad
Plaza de la Libertad

La idea era andar hacia la Librería Lello, uno de los sitios más bonitos y visitados de Oporto, que se dice fuera escenario de inspiración para J. K. Rowling, autora de la saga de Harry Potter. Ya sólo llegar y postrarnos ante su fachada nos atrapa la belleza que encierra este edificio construido por el arquitecto Xavier Esteves, que viera desfilar en su inauguración en 1906, distinguidas personalidades de la época como Leite de Vasconceles, Afonso Costa y Guerra Junqueiro. Así que no puede ser más que un honor pensar en que pisamos las huellas de semejantes personajes influyentes y de tal envergadura, mientras disfrutamos de la bella estética del recinto.

Fachada de la Librería Lello &Irmao
Fachada de la Librería Lello &Irmao

Y, si es que es verdad o no, el dato de ser fuente creativa en la película para la representación de la escalera de Hogwarts, tenemos que concederle sí o sí ese componente de un mundo mágico y paralelo que le sienta a la perfección y es que, al entrar en la Librería Lello, nos recibe una escalera de formas curvilíneas, que se enroscan elegantemente hasta un segundo piso. A los costados hileras e hileras de libros que aportan vida con sus portadas coloridas y sus andares cadenciosos de palabras en su interior. ¡Una gozada!

El impresionante interior de la Librería Lello e Irmao
El impresionante interior de la Librería Lello e Irmao

Al salir de allí, nos encaminamos calle arriba para encontrarnos con las Iglesias Do Carmo y Dos Carmelitas, la primera con una cara posterior adosada de azulejos y en contra esquina la Universidad de Oporto. ambas son Patrimonio Nacional y son vistosas para fotos de los típicos azulejos de Porto.

Facha Iglesia Dos Carmelitas adosadas con los típicos azulejos
Facha Iglesia Dos Carmelitas adosadas con los típicos azulejos

Retomamos la Rua dos Carmelitas, llevándonos de nuevo frente a la Librería Lello, aprovechamos para echarle un último vistazo para luego virar hacia Plaça da Lisboa, un bonito parque de esparcimiento especialmente para gente joven que lo utiliza como espacio de lectura  o simplemente como sitio recreativo para las mascotas.

Torre de los Clérigos
Torre de los Clérigos desde Plaça da Lisboa

Desde aquí se tiene una buena vista de la Torre de los Clérigos, a la que estábamos dispuestos a subir para tener una panorámica de Oporto, pero nos acapararon los ojos, las delicias de una pastelería que se hallaba al lado y decimos hacer un alto y tomar un cafecito bien acompañado de alguna de éstas pastas. Además de que el último horario de visita lo habíamos rebasado ya.

A modo de breve sumario, les contamos que la Iglesia de los Clérigos de estilo barroco data del S. XVIII, en la que sobresale la mentada torre, la cual se puede visualizar desde cualquier punto de la ciudad, incluso estando del lado opuesto a Oporto, en el municipio de Vila Nova da Gaia. Lo que la hace no sólo dominar el panorama, sino ser un referente emblemático del conjunto monumental de Oporto. Su altura rebasa los 70 metros y accede hasta el punto más alto por una escalinata de 200 peldaños que seguro deben compensar la fatiga con la vista que ofrece al culminar el ascenso y si no siempre se puede reconfortar al cuerpo con una delicia azucarada como las que aquí les mostramos.

Placeres dulces en Oporto
Placeres dulces en Oporto

Para bajar un poco nuestro exceso calórico y saciar las ganas de una perspectiva de la ciudad desde algún punto panóramico, ascendimos hasta el Mirador da Vitoria, donde también se ubica la Iglesia Parroquial de Victoria, desde donde pudimos gozar de un paisaje lleno de contrastes, porque dos lados tiene la moneda y Oporto, está pletórico de ellos.

Porque dos lados tiene la moneda... El mirador Vitoria nos ofrece un paisaje contrastante...
Porque dos lados tiene la moneda… El mirador Vitoria nos ofrece un paisaje contrastante…

El atardecer comenzaba a rozar el horizonte y teníamos ganas de acercarnos a la Ribeira y saborear un poco más de estas divergencias paisajísticas en las que nuestro protagonista de viaje rebosa. Y nos obsequió ésta estampa…. Mismo paisaje, mismo atardecer… Oporto bajo luces y sombras…

Los contraste de Oporto entre sombras y luz, maravillan
Los contraste de Oporto entre sombras y luz, maravillan

Cubriendo el manto de la noche el cielo de Oporto, era hora de pensar en consentir de nuevo al sentido del gusto, por lo que nos reservamos la cena en un restaurante, recomendación de nuestra amiga Neus, que nos llenó bonita las barrigas y los ojos con una decoración “musical”… ¡Sí! lámparas saxofonistas y montones de objetos curiosos, hoy considerados “vintage”, decoraban el sitio, mientras un grupo amenizaba nuestros sagrados alimentos. Sin duda, un lugar peculiar que no debes omitir en el itinerario.

La decoración peculiar del restaurante Galería París
La decoración peculiar del restaurante Galería París

No era demasiado tarde, pero decidimos volver al alojamiento, que tocaba madrugar para hacer una de nuestra primeras visitas fuera de Oporto, al bien renombrado Aveiro y su Costa Nova, de los que hemos escrito ya en un artículo anterior y si pinchan en los nombres, les remitirá a nuestra grata experiencia. ¡No duden en “clickar” para saber más de esas lindas ciudades!

A la vuelta de ésta aventura, optamos por cenar en un sitio muy recomendado (siempre hablando de comida…¡Je!), la Cervecería Gazela, es pequeñito y se halla a un costado del Teatro Sao Joao, en el que si tienes suerte, puedes pillar un banco y probar los deliciosos “cachorrinhos”, unas suculentas bocatas rellenas de carne, de las que nos comimos cada uno 2, más una orden de patatas y otra de sus especialidades, una “Prego em prato”, ésta última entre dos o ¡ya pensarán ustedes que nos aqueja el pecado de la gula!…¡Eso sí! ¡Estaban para chuparse los dedos!, obviamente con su respectiva cerveza ¡por supuesto!, que no por nada era una “cervejeria”, como dicen musicalmente en portugués y había que hacer los honores… El Giróscopo Viajero navega siempre bajo el sabio lema de «a donde fueres haz lo que vieres».

Los famosos "cachorrinhos" de la Cervecería Gazela
Los famosos «cachorrinhos» de la Cervecería Gazela

Y ya un poco animadillos y con energía extra (¡mucha! claro está), nos dirigimos cuesta abajo hacia el Maus Habitos, un ecléctico lugar en el que converge el arte en todas sus representaciones, donde bien te puedes hallar una sala de teatro o de fotografía, otra de música, un bar, una terraza y camareros simpáticos, que como segunda profesión, son todos miembros de éste espacio artístico, es decir, músicos, pintores, actores, etc… quienes se encargan de regentar este espacio cultural y de oda al arte.

Y como si las copas de vino de la noche anterior hubieran sido una premonición, al acercarnos por la mañana, para conocer el interior del Palacio de la Bolsa, nos informan que se llevará a cabo un evento de cata de vinos, ¡más de 2500!… Ya nos relamíamos los bigotes cuando nos disipan la nubecilla imaginativa y nos informan que el mismo tendrá lugar hasta el fin de semana siguiente… Espacio-Tiempo en el que ya no estaremos más que en mente y corazón…¡Je! Así que nada, se halla cerrado al público momentáneamente mientras montan la exposición… Ya pueden sacar conclusiones: ni Palacio de la Bolsa, ni cata… Sólo alguna fotillo del «hall» y poco más… C’est la vie!

Una vista de una de las salas interiores del Palacio de la Bolsa
Una vista de una de las salas interiores del Palacio de la Bolsa

Resignados nos dirigimos al Mercado Bolhao, un antiguo rastro que conserva su aire decadente, su tipicidad y folclore, al que le delata su fama, la marabunta de turistas tomando fotos por doquier, incluso se puede sentir que algunos comerciantes están encantados con la ingente afluencia que su popularidad provoca y otros, un tanto hastiados de que sólo nos acerquemos a curiosear sin adquirir alguna cosilla u obstaculizando que otros hagan sus compras.

Panorámica del Mercado Bolhao
Panorámica del Mercado Bolhao

Por lo que recomendamos tener paciencia para hacer fotos y no abalanzarse, incluso no está de más pedir con afabilismo el consentimiento de los locatarios para hacer alguna foto y generar buen rollo. Y comprar alguna frutilla, flor o especia ¡hombre!, que hay que incentivar la economía y sobre todo porque en su mayoría, quienes atienden los puestillos son personas mayores.

Puestillos comerciales en el interior del Mercado Bolhao
Puestillos comerciales en el interior del Mercado Bolhao

El Mercado Bolhao es uno de los más emblemáticos de la ciudad y sus orígenes se remontan al siglo XIX. El nombre le viene del sitio donde fuera construido, por el cual, solía correr el afluente de un arroyo formando una gran balsa de agua «bolha» en portugués. Al paso del tiempo el edificio ha tenido distintas reformas y modificaciones. El estado al de hoy es un tanto descuidado, quizás esto le confiere ese aire desenfadado y auténtico, para algunos quizás ahí radique su encanto, para otros parezca en completo estado total de abandono.

El ambiente dicharachero de los comerciantes se respira en el Mercado Bolhao
El ambiente dicharachero de los comerciantes se respira en el Mercado Bolhao

Nuestra opinión, sin embargo es que eso le da ese toque simple, cercano y empapado de herencia cultural por la que siempre abogamos se continúe para no perder todo aquello que conforma la idiosincrasia de un pueblo.

Antes de continuar, hicimos una pequeña parada en la Capela Das Almas, que se halla cerca al Mercado Bolhao y de una belleza que merece la pena fotografiar.

Capela Dos Almas
Capela Dos Almas

Para después adentrarnos en la Calle peatonal Santa Catarina, llena de comercios de moda, paraíso para quienes gustan del turismo de “ir de compras” y que tiene también algunos coloridos hallazgos.

Coloridos encuentros en Vía Santa Catarina
Coloridos encuentros en Vía Santa Catarina

Entre ellos destaca, el Café Majéstic, un sitio muy conocido por su histórico pasado que data de 1921 y que en su interior ostenta decoración art decó de la época. Nosotros sólo pudimos admirarlo desde fuera porque se hallaba cerrado. Ignoramos las razones.

Elegante entrada del Majestic Café
Elegante entrada del Majestic Café

Con la tripa un poco inquieta y con ganas de probar de una vez por todas, las «francesinhas» de las que tanto nos había hablado amigos y conocidos y que parecían ser imperdible de prueba obligada en nuestra visita a Oporto; elegimos al Café Santiago como buen candidato para mostrarnos éstas delicias.

Eran casi las 11 del medio día, razón por la que sensatamente decidimos compartir una y, la verdad que esa mitad nos dejó incompletos y con ganas de repetir con la imperante consigna de una por cabeza… Como mínimo… ¡Je!

No podemos bien a bien desmenuzar los ingredientes, porque varían un pelín de un sitio a otro, pero podemos desvelarles que se trata de un emparedado relleno de carnes varias, gratinado con queso y un huevo por encima, servido con patatas y una salsa que puede ser más o menos picante, a pedido del gusto y tolerancia del comensal. Nos dio una fuerte reminiscencia con algunos de sus ingredientes y apariencia, a los “croque-monsieur” de origen francés, de aquí inferimos acertada o equivocadamente que debe derivar su nombre.

Fracesinha en el Café Santiago
Fracesinha en el Café Santiago

Un tanto aletargados, decidimos continuar la cuesta de esa misma calle, que nos llevó hacia la Iglesia de San Idelfonso, que sobre la imponente escalinata y espacios abiertos lucía imponente con el cielo azul detrás.

Iglesia San Idelfonso
Iglesia San Idelfonso

Así como también la perspectiva de día del Teatro Nacional Sao Joao, el más importante de la ciudad pero no el único ya que encontramos numerosos teatros durante los días que callejeamos Oporto.

El Teatro Nacional São João en la plaza Batalha, obra de Vicente Mazzoneschi fue el regalo del cumpleaños del entonces Príncipe, inaugurado en 1798. Destruido a causa de un incendio en 1908 José Marques da Silva llevó a cabo la tarea de volverle a dar vida, exhibiendo ópera, cine y actualmente volviendo a ser centro de actividades teatrales en Oporto.

Teatro Sao Joao
Teatro Sao Joao

Yendo en dirección el Duero nos encontramos con la Muralla Fernandina una de las tantas fortificaciones que aún se conservan en la ciudad de Oporto en calidad de vestigios de la antigüedad tardía y medieval.

Muralla fernandinha
Muralla fernandinha

Seguimos el sendero, mientras observábamos a lo largo de las almenas de la fortificación que continúa casi en paralelo con las vías del funicular que lleva hacia el nivel del Río Duero.

Callejeando llegamos hasta la Catedral de Oporto, que también se hallaba cerrada ¡vaya rachita llevábamos!, pero como eso no nos amilana, seguimos descubriendo Oporto y sus entrañas. Pasando por la Torre Medieval y llegando al entronque hacia donde descienden un buen número de escalones para poder llegar hacia la Iglesia de San Lorenzo, desde éste punto, se tiene una perspectiva en picada de la monumental fachada y su imponente altura.

Iglesia de San Lorenzo
Iglesia de San Lorenzo

Entre los ensortijados caminos en los que nos fuimos adentrando, encontramos unos lavaderos públicos, que seguramente llevarían una buena cantidad de años y con miles historias que contar, donde pudimos observar que en la actualidad se utilizan por la gente de la ciudad como  espacio de uso común.

Lavaderos públicos como parte del folclore de Oporto
Lavaderos públicos como parte del folclore de Oporto

Y así nos perdimos entre las calles más viejas de la ciudad, que parecían tener un mayor grado de abandono, pero en nuestro estado de obnubilación por Oporto, lo encontramos hasta encantador.

El barrio de Miragaia

La idea era ir hasta el lado oeste de la ciudad, al barrio de Miragaia, ese que aún no habíamos peinado, entre vericuetos dimos con la Igreja Paroquial de Sâo Pedro de Miragia, una de las más viejas de Oporto, y la más importante de ésta parte de la ciudad que suele quedar fuera de los itinerarios turísticos, pero que si contamos con varios días merece la pena pasear para ver el Oporto más auténtico.

Iglesia Miragia
Iglesia Miragia

Bajando por la Rua de Miragia nos encontramos con un sitio que se remarcaba entre las recomendaciones de nuestra amiga Neus, “El Armazem”, al que le dedicamos sólo unos breves minutos por su singular decoración y a donde volveríamos por la zona para cenar y visitar de noche, que valga acotar, es un bazar de cosas antiguas, con una pequeña barra para tomar algo, un sitio muy agradable tanto para adquirir algún artilugio antiquísimo o tomar una copa, al igual que la plazuela que se haya escasos metros, donde hay mucho ambiente de terracitas tanto de día como de noche.

El "Armazem" un peculiar bazar
El «Armazem» un peculiar bazar

La calle te obliga a subir hacia la R. Nova de Alfândega, misma donde se encuentra el Museo del Vino, nuestra idea era acercarnos a otro punto señalado en nuestro mapa: El Palacio de Cristal, que se halla en la parte moderna de la ciudad y que nada tiene que ver con el centro de Oporto. Llamado en su momento «palacio» porque el arquitecto Thomas Dilles Jones, se inspiró en el Crystal Palace de Londres, para muchos años más tarde ser sustituido por una estructura que más parece una nave nodriza de película de ficción, conocido hoy como, El Pabellón Rosa Mota y en el que, en el momento de nuestra visita se sucedía una feria de libros, que siendo sinceros, fue lo más interesante del recorrido, eso y los jardines que rodean al Palacio, que son verdaderamente bonitos.

Proseguimos con nuestra exploración yendo por la Rua de Júlio Dinis, atravesando el Jardim da Boavista, una inmensa rotonda donde está el Monumento a los Heróis da Guerra Peninsular, con la columna en la que un león aplasta a un águila, emulando la resistencia portuguesa frente a las tropas napoleónicas.

Monumento conmemorativo a la Guerra Peninsular en el Jardín de Buenavista
Monumento conmemorativo a la Guerra Peninsular en el Jardín de Buenavista

Y llegamos al encuentro de la Casa de Música, un edificio con un elegante estilo minimalista obra del arquitecto holandés Rem Koolhaas. El diseño es realmente sublime y merece la pena recorrerlo desde todas sus aristas. El interior contiene un palacio de la música donde todos los estilos tienen cabida y los conciertos se suceden durante todo el año.

Casa de la Música
Casa de la Música

Pasaba ya la hora de la comida, por lo que decidimos andar hacia la calle Cedofeita, donde nos habían recomendado que se comía bien, de calidad y a precios accesibles, y la verdad es que no podemos levantar queja.

Nos acercamos a un pequeño restaurante de ésta larga callecita peatonal y nos sirvieron otro de los manjares estrella de Portugal: Bacalao. Preparado para fortuna mía, como es una de mis maneras favoritas de comerlo, el Bacalhau à brás; si estás en territorio portugués no puedes omitir de ninguna manera ésta variante de prepararlo, es simplemente celestial.

Nuestro primer encuentro con el gustoso bacalhau da bràs
Nuestro primer encuentro con el gustoso bacalhau da bràs

Para bajar un poco la copiosa comilona, seguimos el camino, hasta llegar al Jardim de Carlos Alberto donde nos topamos con el curioso mercadillo Porto Belo, varios puestecillos de manteletes listados se enfilan en luneta con productos artesanales y gourmet en su mayoría e incluso, si la compra te ha agotado o quieres disfrutar del ambiente, se puede hacer una parada a descansar en unos sillones estrambóticos que montan en la plaza. Un aire desenfadado y un tanto hispter rodea este espectáculo.

Las manteletas listadas que distinguen al Mercado Porto Belo
Las manteletas listadas que distinguen al Mercado Porto Belo

Aprovechamos el resto del día para cruzar el Puente Luis I y tener vistas desde ambos pisos, de ida, por donde circulan los autos y transeúntes, que es el de la parte de abajo y de vuelta, por el de arriba, donde transita el tren y que está adaptado también para peatones.

Paso peatonal por el primer nivel del Puente Luis I
Paso peatonal por el primer nivel del Puente Luis I

Además de gozar de las vistas del teleférico que se encuentra del lado de Vila Nova de Gaia y hacia el otro lado del Río Duero, observando relucir las casitas de colores de Oporto. Donde también hicimos alguna fotito nocturna de recuerdo.

Al día siguiente nos esperaba una visita a Guimaraes, sitio que se precia de ostentar que allí nació Portugal como lema de ciudad, una interesante parada que ya hemos plasmado en letras y a la que pueden acceder si pinchan en Guimaraes… ¡Je!

Al volver quisimos andar desde la Estación Sâo Bento para encontrarnos con que ¡hasta las piedras derrochan arte en Oporto!

Piedras revestidas de cerámica a un costado de la Estación Sao Bento
Piedras revestidas de cerámica a un costado de la Estación Sao Bento

Y seguir en línea recta para tener un breve encuentro con el Mercado de San Sebastián hasta llegar al funicular de Guindais que conecta Ribeira con la zona alta de Oporto.

Mercado San Sebastián
Mercado San Sebastián

Nuestros pies aún podían dar más de sí, pero queríamos tener la experiencia de descender por el funicular y disfrutar de la vista del Ponte Dom Luis I desde otra perspectiva.

Vista que nos ofrece el descenso en el funicular
Vista que nos ofrece el descenso en el funicular

Ese día tocaba descansar un poco y asimilar toda la información recopilada, así como la estratosférica cantidad de fotos que sumaban todos los artefactos fotográficos que llevábamos a cuestas. Así que después de ésta anodina pausa, nos dimos otro festín gastronómico en la Taberninha Do Manel, donde ésta vez apostamos por el pulpo con salsa verde y aún día de irnos, merecía la pena repetir con el bacalhau à brás, ¿no creen?… ¡Nosotros sí! ¡Y no dejamos ni un poquito!

Bacalahu a bràs y Pulpo verde
Bacalahu a bràs y Pulpo verde

El día de la despedida había llegado y como siempre nos pasa en cada viaje, hacemos un repaso mental de todo lo visto y lo que faltó por ver, y nos aferramos a esos recuerdos buenos, tan buenos que dan ganas de no marchar, de estirar un poquito más las horas.

Nuestro desayuno, quizás un poco discorde con la hora de la mañana que era, fue una suculenta francesinha cerca de casa, bueno del alojamiento, ¡quiero decir!, que ya para ese momento Oporto estaba impregnado en la piel y se sentía un hogar.

Haciendo homenaje de despedida con una francesinha más al acervo gastronómico del Giróscopo Viajero
Haciendo homenaje de despedida con una francesinha más al acervo gastronómico del Giróscopo Viajero

Después de despedirnos de las “mademoiselles” portuguesas, primas hermanas de aquel otro manjar francés, el “croque-monsieur”, nos dirigimos hacia la Catedral de Oporto, para poder por fin conocer su interior y ¡vaya qué no podíamos perdérnoslo!

La, es sumamente bonita, fastuosa por dentro y por fuera recubierta con azulejos. Su construcción es un collage de épocas y estilos arquitectónicos ya que si bien es del siglo XII, en pleno apogeo del románico, los aportes góticos y en especial barrocos de la fachada dieron el aspecto actual, encontrando de nuevo al arquitecto italiano Nasoni como artífice de la remodelación de la catedral.

Oporto_catedral_combinados

El interior transmite una sensación de verticalidad abrumadora pero a nosotros lo que nos resultó más gratificante fue la visita al claustro que tanto con su nivel inferior como el superior merece un ejercicio de paciencia para admirar los azulejos que lo decoran.

El claustro decorado con cientos de azulejos
El claustro decorado con cientos de azulejos

Nuestra última parada eran las Bodegas Sandeman, de quienes habíamos recibido una amable invitación y de la que también les narramos nuestra experiencia en entregas pasadas. No te pierdas el relato pinchando en el link de Bodegas Sandeman.

Ahora sí, llegó la hora de decirlo adiós a uno de los lugares más bonitos y especiales que han pisado nuestros pies. ¡Gracias Oporto por tanto!

Nos llevamos Oporto en el corazón
Nos llevamos Oporto en el corazón

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1 comentario de “Recorriendo Oporto en un viaje de 3 días. Un buen sitio para dejarse el corazón…

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