Viaje al corazón de Dubrovnik, la perla del Adriático

En el viaje nos llevamos siempre las maletas cargadas de sueños y expectativas, de ideas e imágenes de lugares desconocidos, de ilusiones siempre metidas en los bolsillos. Muchas veces los destinos resultan ser tal y como los imaginábamos, otras veces se pinta un paisaje inesperado, que primero nos sorprende y después nos conquista. Ese asombro inicial fue el que sentimos al ver la ciudad de Dubrovnik desde el cielo, los tejados de ladrillo rojo de las casas apretadas en medio del azul, todas a la misma altura, abrazadas por una muralla y por el mar azul. Después llegó la conquista, cuando fuimos engullidos por el casco antiguo de esta magnífica ciudad medieval, metiéndonos en un espacio en el que el tiempo se ha detenido.

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 Antes de entrar en compañía de Marina, nuestra guía, podemos casi tocar las murallas de Dubrovnik sobre las que caminan viajeros extraviados, recorriéndolas como si de un laberinto se tratase, contemplando y al mismo tiempo ajenos a lo que sucede dentro de la ciudad. A sus pies, una pequeña cala de piedras con canoas alineadas naranjas y amarillas, en la que bañistas privilegiados se doran o se dan un baño en el Adriático, ante cientos de años de historia. Los bastiones y las 16 torres de la muralla perfectamente restaurada, encaramados en las rocas, nos hacen pensar en batallas pasadas.

Pequeña cala a los pies de las murallas de Duvrovnik
Pequeña cala a los pies de las imponente murallas de Dubrovnik

A punto de atravesar el puente, levadizo en otros tiempos, la emoción se intensifica, sabemos que vamos a adentrarnos en una de las ciudades más bellas de Croacia, y que el pasado nos engullirá como al resto de la gente que se encamina a nuestro lado, con aire turbado, hacia otra época.

La puerta Placa, entrada a la historia de Duvrovnik
La puerta Placa, entrada a la historia de Dubrovnik

No sabemos si de pronto estamos en la ciudad que Dubrovnik fue en la Edad Media o en un episodio de Juego de Tronos, ya que en seguida entramos por la Puerta de Pile con Marina a la ciudad vieja de Dubrovnik, y sabemos que allí se rodaron varias escenas de diferentes temporadas de la serie. O sea que nos quedamos ensimismados por un momento recreando algunas escenas. Antes de entrar por fin en la ciudad y ver cómo a un lado otros viajeros suben por unas escaleras que les llevarán a recorrer las magníficas murallas de Dubrovnik y que nosotros esperamos recorrer mañana, ya que se necesitan al menos dos días para visitar Dubrovnik en profundidad.

Un viajero giroscópico con Marina, nuestra guía en Duvrovnik
Un viajero giroscópico con Marina, nuestra guía en Dubrovnik

La calle principal, la Placa, se abre ante nosotros invitándonos a contemplar los magníficos edificios aristocráticos que se erigen en ella, en la que estaba instalada la élite de la República Ragusea desde 1358 hasta la entrada de Napoleón. Pero optamos por admirar primero la Gran fuente de Onofrio, con esa extraña estructura poligonal de 16 caras cubierta con un dómulo y un óculo. Nos cuentan que es el punto final de un acueducto subterráneo que transportaba agua y que los viajeros que deambulan por la ciudad se refrescan en ella y llenan sus botellas de agua antes de subir a las murallas.

La gran fuente de Onofrio
La gran fuente de Onofrio

Y en lugar de seguir nuestro camino por las calles principales, nos metemos en callejuelas perdidas de piedra, limpias, impecables. Y nos llama la atención que hay ropa tendida, lo cual nos dice que Dubrovnik es todavía una ciudad habitada, y que sus habitantes comienzan a esconderse ahora de la avalancha de turistas que poco a poco van engullendo la ciudad. Son curiosos los salientes en las paredes y nuestra guía Marina nos cuenta que servían para poner toldos que protegían las casas del sol y el calor excesivo.

Caminando por las callejuelas vemos pequeñas tiendecitas de joyas en las que son protagonistas los magníficos collares de coral rojo del Adriático (actualmente muy protegido) y las delicadas bolas de oro y plata de filigrana típicos de la orfebrería de Croacia, un oficio que se practica desde el siglo XIII. Pero la soberbia artesanía de Dubrovnik es mucho más: figuras de porcelana y de madera pintadas a mano, pero sobre todo el encaje. Descubrimos maravillados que la fabricación de encajes en Croacia ha sido reconocido como “Bien inmaterial de la UNESCO” en 2009. Y la variedad es magnífica: existen tres técnicas dentro del encaje: los encajes de bolillos de Lepoglava, los encajes de aguja de Pag y los encajes con hijo de áloe de Hvar.

Juguetes de madera de la región de Hrvatsko Zagorje, “Bien inmaterial de la UNESCO”
Juguetes de madera de la región de Hrvatsko Zagorje, “Bien inmaterial de la UNESCO”

Y en una tienda encantadora a la que nos lleva Marina, nos conquistan los juguetes de madera realizados de forma tradicional en la región de Hrvatsko Zagorje, al norte de Croacia, también inscrito en el mismo año como “Bien inmaterial de la UNESCO”. Una muchachita va a disfrutar próximamente con una mesita y unas sillas de color rojo que le llevamos de regalo sorpresa de Dubrovnik, para que comience a saber las maravillas que podrá encontrarse por el mundo el día que se convierta en una viajera como nosotros.

Todo aquel que decida llevarse algún recuerdo de Dubrovnik a casa, debe tener presente que los de mayor calidad son los de aquellas tiendas en las que figura el sello “Authentically Croatian Souvenir”.

En todas mis visitas a ciudades y pueblos, disfruto perdiéndome por las callejuelas, admirando las construcciones de piedra, imaginándome quien podría vivir en esas casas, parándome en los pequeños detalles, en aquellos que hacen diferente a una ciudad de otra. Nos detenemos delante de la casa del artista Ivo Grvic, en la que tenía su pequeño taller, que fue destruida en la guerra de Yugoslavia y más tarde reconstruida para convertirse en una galería. Un ejemplo más de cómo el arte, la belleza sobrevive incluso en medio de una guerra.

Casa del artista Ivo Grvic destruida durante la guerra
Casa del artista Ivo Grvic destruida durante la guerra

Otra de esas pequeñas cosas, esos pequeños detalles que descubro en Dubrovnik son las asombrosas farolas que cuelgan encima de la puerta de cada establecimiento, cada una con un motivo que identifica a la tienda, lo que embellece la ciudad y le da un toque auténtico. Incluso podemos ver este farol en la mezquita de Dubrovnik, camuflada en una callejuela, pero presente, así como la iglesia ortodoxa, más evidente, ejemplos de la integración que existió siempre en la antigua Yugoslavia en la que convivían religiones y pueblos diferentes, hasta que buscaron cualquier excusa para separarse y matarse entre ellos.

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Atravesamos plazas y callejas en las que empezamos a ver las mesas puestas para las cenas tempranas de muchos turistas. Y continuamos el camino, descubriendo Dubrovnik, dejándonos conquistar por ella. Contemplamos los monumentos ocultos, aquellos otros más osados que muestran su belleza sin pudor. Y volvemos a cruzar callejuelas habitadas, donde una bici de niño abandonada y unas sábanas colgadas nos hacen sentir que la Dubrovnik está llena de vida. Principios de junio es todavía una buena época para visitar Croacia.

Los konovas, restaurantes de comoda típica croata
Los konovas, restaurantes de comoda típica croata

Nos espera otra sorpresa a la vuelta de la esquina, por una puertecita bajamos unas escaleras que nos llevan a un saliente al mar que ha sido aprovechado para montar el Café Buza. Un rincón maravilloso, mesitas con sillas y sombrillas y gente sentada escuchando buena música mirando al Adriático. Es como un escondite privilegiado en el que además hay una calita en donde se bañan algunos.

El café Buza, un tesoro escondido
El café Buza, un tesoro escondido

Seguimos recorriendo las calles de Dubrovnik, pasando por galerías de arte, iglesias, plazas, pasajes con arcos,…y de pronto llegamos a uno de los rincones más bellos de la ciudad: el puerto viejo. Siempre me han gustado los puertos, los grandes por su espectacularidad y el movimiento constante, los pequeños, los puertos viejos porque son rincones fascinantes en los que siempre pasa algo.

En el puerto viejo de Dubrovnik vemos una gran explanada con terrazas y gente tomando algo, barcos amarrados, la isla Lokrum al alcance tomando el barco Skala, gentes del pueblo sentadas en bancos apoyados contra las murallas, charlando y tomando el sol. Es interesante ver como en Dubrovnik la vida sigue su curso, a pesar de la importante y muchas veces agobiante presencia de los turistas.

Magnífica arquitectura
Magnífica arquitectura

Nos cuenta Marina que la temporada se prolonga hasta octubre, pero que en invierno la ciudad vuelve a retomar su ritmo, ya no vemos las callejuelas llenas de terrazas como ahora. Y es que los vientos llegan a soplar hasta los 150 km/h.

Continuamos caminando, pasamos por la pequeña capilla de los marineros, la bonita capilla de San Nicolás, de estilo románico, por callejuelas que aparentemente no nos dicen nada, pero cuyos muros gritan su historia pasada.

La iglesia de San Nicolás, situada en una callejuela del casco antiguo de Duvrovnik
La iglesia de San Nicolás, situada en una callejuela del casco antiguo de Dubrovnik

Nos enteramos de que en la calle Ulica Zudioska vivieron judíos expulsados de la Península Ibérica, comerciantes, diplomáticos, médicos, …gentes con buena educación y formación, un gueto con puertas en cada extremo de la calle que se cerraban de noche. La sinagoga es la más antigua de Europa después de la de Praga, que hoy alberga además el Museo judío.

Llegamos a la calle principal de la ciudad vieja de Dubrovnik, la calle Stradun, que une la ciudad con el puerto, es la más comercial y transitada. Nos llama la atención la forma en P mayúscula de las puertas de las tiendas y nos cuenta Marina que era para que se pudiera cerrar la puerta y poder seguir mirando por la ventana.

Calle de la Placa, arteria principal que lleva al puerto viejo
Calle Stradun, arteria principal que lleva al puerto viejo

Además nos encontramos una librería con el escaparate lleno de libros de la guerra de Yugoslavia, que todavía está en la mente de muchos de los habitantes de Croacia. De hecho, le preguntamos constantemente a Marina y a otros habitantes a lo largo de nuestro viaje a Croacia, y nos cuentan historias de esa guerra fratricida siempre estará presente en sus memorias.

Llegamos a la plaza de la Luza, donde se encuentra la bella torre del reloj, un reloj veneciano de finales del siglo XV con una sola aguja y una bola que indica las fases lunares. Son curiosos los dos gatos de bronce con forma de soldado que dan las campanadas. En esta magnífica plaza también destaca el bello Palacio de Sponza (Palača Sponza), la iglesia de San Blas y la estatua de Rolando, el conocido comandante a las órdenes de Carlomagno, que todavía empuña su espada.

La Torre del reloj, en la Plaza de la Luza
La Plaza del rejoj

No dejamos ni por un momento de fijarnos en los detalles de la soberbia arquitectura que tenemos ante nosotros. Además, con la luz del atardecer, los juegos de luces y sombras crean efectos únicos en las esculturas de las portadas, de las fuentes, de los capiteles de las columnas, …

Detalles
Detalles

Buscamos una terraza alejada para descansar del largo recorrido por el casco antiguo de Dubrovnik, y el hecho de estar allí sentados, en medio de este bellísimo patrimonio monumental, sabiendo que respira historia, nos hace sentir privilegiados. Marina, de las mejores guías con las que nos hemos topado, nos da todavía alguna sorpresa más y nos descubre la Cockta, una especie de Coca Cola de la antigua Yugoslavia, y aunque yo soy fiel a la cerveza y adoro probar cervezas de otros países, siento mucha curiosidad y pruebo la histórica Cockta, y reconozco que no está mal, sabe diferente a su competidora americana, con toques de alguna especia indeterminada. Eso sí, disfrutamos también de medio litro de Pan cada uno, la cerveza de Zagreb.

Atardeciendo en Duvrovnik
Atardeciendo en Dubrovnik

Subida al teleférico. Dubrovnik desde las alturas.

Pero las sorpresas no se terminan ahí, nuestra visita por Dubrovnik continúa y ahora nos toca ver la ciudad desde otro punto de vista. Nos subimos al teleférico (Cable Car) que nos lleva al Mount Srd, de 412 metros. Cuesta unas 108 Kunas ida y vuelta, pero vale la pena. Aunque debo decirles que también hay otras alternativas, en lugar de subir en teleférico, también puede subirse a pie, y aunque se tarda una hora, siempre es un placer para los caminantes. El acceso al sendero en zigzag está tras la carretera de la calle Jadranska Cesta, al norte.

Duvrovnik desde el mirador
Dubrovnik desde el mirador

No podemos encontrar mejor momento para contemplar la ciudad desde las alturas: en el atardecer. Cuando entramos en la amplia cabina tenemos la ciudad a nuestros pies, tan bella, y a medida que subimos, los tejados rojos de Dubrovnik van viéndose cada vez más pequeños, las murallas que la rodean, el puerto, la isla de Lokrum, y al este, espectacular, el sol que tiñe de rojo el mar y las islas y el trozo de la ciudad nueva de Dubrovnik instalada en las colinas.

Una vez arriba, vamos hasta el mirador y contemplamos las magníficas vistas panorámicas sin pestañear, en silencio. También en silencio pasamos por la fortaleza en la que todavía se ven agujeros de las bombas de la guerra de Yugoslavia y fotografías que muestran el desastre de la guerra. Es una fortaleza construida durante la ocupación napoleónica en 1810 y ahora museo de la Guerra de Independencia.

Puesta de sol en lo alto del monte
Puesta de sol en lo alto del Monte Srd

Seguimos caminando y miramos la ciudad y la puesta de sol desde el Monte Srd. Es curioso, en croata hay muchas palabras en las que las que podemos encontrar varias consonantes juntas, y la pronunciación no es fácil. Nos reímos mucho a lo largo de nuestro viaje por Croacia diciendo en voz alta y repitiendo una y mil veces las palabras con tres consonantes que íbamos aprendiendo.

Cenando en un Konoba de Dubrovnik

El equipo giroscópico se permitió el placer de cenar en el casco antiguo de Dubrovnik, la primera noche en uno de los muchos restaurantes que hay en la plazas y callejuelas de toda la ciudad. Escogimos uno en una callejuela estrecha y cenamos las pizzas más grandes que habíamos visto nunca, y deliciosas, por cierto. La ciudad de Dubrovnik es muy atractiva por la noche, a pesar de la gran cantidad de turistas que hay por todas partes, pero se crea un ambiente especial gracias a las luces reflejadas en la espléndida arquitectura. Cualquier lugar es agradable para cenar, en el puerto, en cualquier callejuela o en la plaza que nosotros escogimos aconsejados por nuestra guía Marina.

Las pizzas más grandes que comí nunca
Las pizzas más grandes que comí nunca

Se trata del Konova Kamenice, situado en una plaza monumental, un lugar privilegiado. Los konovas están muy bien considerados en Croacia, son casas de comida casera de buena calidad. Y este konova era uno de ellos: productos del mar, boquerones fritos, arroces, aunque también pasta, recordemos que en Croacia la gastronomía italiana ha ejercido siempre una gran influencia. Nos decidimos por los mejillones “a la buzara”, es decir, mejillones al vapor con una salsa de vino blanco, cebolla, ajo, perejil y pan rallado, los calamares fritos y los boquerones fritos. Todo ello acompañado por un vino blanco croata: el Grasevina, la variedad de uva blanca más plantada en Croacia. Nos gustó mucho por su acidez y su gusto.

El vino en Croacia es de muy buena calidad, sobre todo el de la costa. Destacan los Posip de la isla de Korkula en blancos, los elaborados con Plavac Mali de la isla de Hvar, en tintos. Los Teran de la península de Istria y los del interior de Croacia también están muy ricos.

Después de cenar, recorrimos todavía un buen rato las callejuelas de Dubrovnik disfrutando del ambiente y saboreando el descubrimiento de cada rincón de esta soberbia ciudad. Todavía nos reservaba grandes sorpresas cuando al día siguiente recorrimos sus murallas, otro punto de vista diferente de Dubrovnik. Pero esa es otra historia que les contaremos en otro relato.

Un enorme agradecimiento a la Oficina de Turismo de Croacia en España por organizarnos la visita al casco antiguo de Dubrovnik y a las murallas. Y también a nuestra encantadora guía Marina KRISTIVEVIC que nos contó la historia y los secretos de la ciudad y nos condujo por los más bellos rincones.

Farola típica
Farola típica

6 comentarios de “Viaje al corazón de Dubrovnik, la perla del Adriático

  1. Pedro @travelwithpedro

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    ¡Preciosas fotos! Hace tiempo que sigo planeando un viaje a Dubrovnik y todavía no he estado. Ojalá el próximo verano… 🙂

    1. Estuve en el año 1993, me encantó aunque la situación no era la mas adecuada en aquel momento, no descarto volver, es digna de ver

  2. Hace 4 años hicimos el trayecto en Ferry desde Rijeka a Dubrovnik, conociendo esa maravilla que es la ciudad vieja y el resto de la ciudad, conviviendo con la hospitalidad de sus habitantes.

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