Un día de invierno en Avilés

La ría de Avilés y la ciudad al fondo, desde las escaleras de la torre del Centro Niemeyer. Ⓒ El Giróscopo Viajero.
La ría de Avilés y la ciudad al fondo, desde las escaleras de la torre del Centro Niemeyer. ⒸMaría Calvo

El día amanece con nubes y nieblas repartidas por el paisaje asturiano, las calles mojadas, llueve en silencio, y apenas hay paseantes por Avilés. Tal vez sea la hora temprana, tal vez que es sábado,…aunque seguramente es porque el día está invernal y melancólico. Pensamos que si nos hubiera recibido un día azul en Avilés, nuestra visión de la ciudad sería diferente, tal vez mejor. Pero no es así, es diferente, sí, pero no mejor. La luz de invierno es tan hermosa, el paisaje humeante de niebla tan misterioso, los suelos de piedra mojados tan desiertos,…que pareciera que la bella Avilés quisiera contarnos historias eternas que se hallan en sus más íntimos pliegues. Definitivamente, la belleza se encuentra en cualquier lugar en cualquier época del año.

La primera visita la merece el magnífico conjunto arquitectónico realizado por el brasileño Oscar Niemeyer. El Centro Cultural internacional que lleva el nombre del arquitecto nos desvela ya en la distancia esas líneas curvas características de su obra. Antes de cruzar un puente de trenzados de colores divisamos ya el auditorio que destaca por su altura, su semiesfera de hormigón, y la silueta recostada de una mujer sobre fondo amarillo. El enorme espacio alberga exposiciones – en esta ocasión, la del fotógrafo Ricardo López Bueno – y conciertos, y parece ser que el escenario se abre a la plaza para actuaciones al aire libre, ¡toda una osadía por parte del arquitecto!.

El Centro Cultural Niemeyer de Avilés, inaugurado en 2011, es uno de los grandes atractivos de la ciudad. Ⓒ El Giróscopo Viajero.
El Centro Cultural Niemeyer de Avilés, inaugurado en 2011, es uno de los grandes atractivos de la ciudad. Ⓒ María Calvo

Al acercarnos, apenas dos o tres viajeros se atreven a admirar el conjunto bajo sus paraguas. La panorámica es magnífica: la cúpula blanca que contrasta con el amarillo de la escultura vertical, el suelo empapado refleja el blanco de los edificios que brillan bajo la llovizna, el puerto de Avilés al fondo, escondido bajo una niebla densa, deja entrever las grúas negras; el aura misteriosa se intensifica.

Este primer contacto con Avilés nos entusiasma, recorremos el enorme espacio, las curvas “libres y sensuales” que definen la obra de Niemeyer, las apreciamos desde todos los puntos de vista posibles, el estilo contemporáneo en arquitectura está entre nuestros favoritos, y las fotografías se multiplican en nuestra cámara. Llegamos a una de las cafeterías, con una desolada terraza fuera, y nos inclinamos por el café-restaurante que se encuentra en lo alto de la torre mirador, de 20 metros de altura, con su escalera helicoidal que nos conduce a un amplio espacio acristalado circular desde el que se puede admirar la ría, el puerto o el casco antiguo de Avilés, dependiendo donde uno elija sentarse. Un espacio moderno, luminoso, design donde pasamos un momento de lo más agradable, y donde también se puede comer a un precio más o menos razonable.

En el interior del restaurante situado a 20 metros de altura, en la torre del Centro cultural Niemeyer de Avilés. Ⓒ El Giróscopo Viajero.
En el interior del restaurante situado a 20 metros de altura, en la torre del Centro cultural Niemeyer de Avilés. ⒸMaría Calvo

Teníamos en mente esa idea preconcebida de un Avilés industrial, contaminado, feo…pero nos encontramos con una de las ciudades más bellas de Asturias, junto a Oviedo. Si hiciese buen tiempo, nos sentiríamos tentados por recorrer el paseo que sigue la ría, pero optamos por adentramos en el casco antiguo, muy bien conservado. Desembocamos en la espléndida plaza del ayuntamiento – Plaza de España -, rodeado por una serie de regios edificios, como el Palacio de Ferrera, del siglo XVII, en el que nos alojamos para conocer uno de los inmuebles históricos de la zona, que por suerte pasó de ser residencia del marqués de Ferrera a hotel, al que se puede acceder al menos una vez en la vida.

Por las calles del casco antiguo de Avilés, el magnífico adoquinado, los soportales, las espléndidas casas. Ⓒ El Giróscopo Viajero.
Por las calles del casco antiguo de Avilés, el magnífico adoquinado, los soportales, las espléndidas casas. ⒸMaría Calvo

Las calles y plazas continúan desiertas, menos mal que están los soportales, esos magníficos espacios cubiertos bajo los edificios, que se abren a las calles a través de una sucesión de bellas arcadas. Ideales para los días de lluvia, también los encontramos en ciudades como Santiago de Compostela, y albergan tiendas, bares y restaurantes, y también palacios, como el estupendo Palacio Llano de Ponte. Las casas de colores, los soportales y sobre todo los adoquines de colores ocres y anaranjados cuya combinación no habíamos visto nunca antes, nos regalan una imagen de Avilés que ya sabemos que guardaremos en nuestra memoria.

Ir a Asturias y no probar la fabada, sería como no haber estado en Asturias. Ⓒ El Giróscopo Viajero.
Ir a Asturias y no probar la fabada, sería como no haber estado en Asturias. Ⓒ El Giróscopo Viajero.

Tras recorrer la calle, pasando por la fuente y la capilla Rivero, decidimos volver atrás hasta la plaza del ayuntamiento aconsejados por algunos habitantes del lugar que nos recomiendan tres restaurantes de comida casera. Finalmente optamos por el restaurante La Posada, bastante concurrido, con gran variedad de platos, y muy acogedor donde degustamos la deliciosa fabada asturiana, sí ya sabemos, muy típico, pero estaba realmente deliciosa. Al salir dudamos si entrar en alguna de las muchas confiterías de Avilés, conocidas por sus deliciosas pastas, pasteles y mazapanes artesanos, muy propios de la época navideña que se avecina. Pero decidimos recorrer la ciudad y dejar los mazapanes para llevar en el momento de dejar Avilés.

La plaza del mercado de Avilés con sus soportales y sus columnas de hierro forjado. Ⓒ El Giróscopo Viajero.
La plaza del mercado de Avilés con sus soportales y sus columnas de hierro forjado. ⒸMaría Calvo

Nuestro paseo nos lleva a la bella plaza del mercado o plaza de los hermanos Orbón, que nos asombra por sus galerías blancas acristaladas – que nos recuerdan a las de la Marina de La Coruña -, y también por sus soportales con columnas de hierro forjado. El antiguo mercado de Avilés está en el centro de esta plaza y los lunes se llena de gente venida de la región para comprar frutas, verduras y pescado fresco. También llegamos a la bonita iglesia de los padres franciscanos, una auténtica joya medieval, y al palacio del Marqués de Camposagrado, de estilo gótico tardío, que alberga la Escuela Superior de Arte, y que se halla situado delante de una bella plaza.

Majestuosos edificios en Avilés. Ⓒ El Giróscopo Viajero.
Majestuosos edificios en Avilés. ⒸMaría Calvo

Pareciera que nuestro viaje a Avilés se resume a recorrer las calles y a descubrir los magníficos edificios. Pero la tarde y la noche todavía nos reservan algunas sorpresas. Seguimos nuestro recorrido pasando de nuevo por la plaza de España, centro estratégico de la ciudad, desde el que partimos a la conquista de nuevos espacios, tomando la calle Galiana, del siglo XVII, una de las más populares de la zona. Continuamos sorprendiéndonos con el cuidado de las calles, de los edificios, los suntuosos y numerosos palacios, como el Palacio de Balsera, de estilo modernista y ecléctico, sede del Conservatorio Nacional de Música. Admiramos también la antigua Escuela de Artes y Oficios (1891) y la antigua iglesia San Nicolás de Bari, de la que quedó prendado recientemente Woody Allen y que vimos en una de sus películas. La iglesia, del siglo XIV-XVI destaca por su portada gótica, la fachada románica del primitivo monasterio y el magnífico claustro al que se puede acceder de forma independiente desde la plaza.

Vista de la Plaza de España, centro neurálgico de Avilés. Ⓒ El Giróscopo Viajero.
Vista de la Plaza de España, centro neurálgico de Avilés. ⒸMaría Calvo.

Atravesamos el parque de Ferrera, el gran espacio verde de Avilés dejándonos engullir una vez más por calles y plazas, y poco a poco las luces navideñas empiezan a iluminar la ciudad haciéndola aún más bella. Y los habitantes de Avilés empiezan a tomar los soportales de la metrópoli, los bares invaden las calles y en poco tiempo no queda un lugar vacío. Pasamos por cada uno de ellos y el bullicio aumenta, así como las bandejas de tapas, que aparecen delante de nuestros ojos ofreciéndose, como el mejor obsequio de la casa. Desde luego, podemos afirmar que Avilés es una ciudad llena de ambiente.

Los espléndidos soportales de Avilés, que más tardes se llenarán de gente. Ⓒ El Giróscopo Viajero.
Los espléndidos soportales de Avilés, que más tarde se llenarán de gente. ⒸMaría Calvo

Varios locales llaman nuestra atención, entre ellos uno muy peculiar: Terra Astur, que nos recibe a la entrada con cientos de botellas de sidra colgadas del techo, y nos adentramos entre el gentío, surcando literalmente ríos de sidra que corren por todo el local al ritmo de la sed de los que van llegando. Nos sorprendemos de repente metidos dentro de un tonel horizontal enorme, que nos acoge con jarras de madera llenas de sidra, una fuente de ibéricos y alguna que otra delicia más. Parece ser que esta sidrería está conquistando el territorio Asturiano a pasos agigantados gracias a su diseño y a las delicias de su cocina.

En el restaurante Terra Astur la sidra corre a mares. Ⓒ El Giróscopo Viajero..
En el restaurante Terra Astur la sidra corre a mares. Ⓒ El Giróscopo Viajero..

El buen ambiente sigue por las calles de la ciudad y nos dejamos llevar por la música de un concierto de rock que está a punto de terminar. Pena también no haber podido asistir a algún espectáculo o pieza teatral en el excelso Armando Palacio Valdés, y admirar desde dentro este teatro neobarroco. Y hambrientos de arquitectura e historia como estamos, decidimos deambular por las dependencias de “nuestro” Palacio Ferrera, uno de los edificios barrocos más antiguos de la región. En un pequeño patio interior nos maravilla un enorme árbol de Navidad iluminado, situado en un rincón acogedor; y también los muebles, los techos artesonados, las escaleras majestuosas, y las magníficas habitaciones.

El Palacio Ferrera, hoy transformado en hotel. Ⓒ El Giróscopo Viajero.
El Palacio Ferrera, hoy transformado en hotel. Ⓒ El Giróscopo Viajero.

Por la mañana nos espera un espectacular desayuno donde descubrimos platos de lo más variopinto, y sobre todo el delicioso queso “afuegal’ Pitu” de pimentón, que parece ser que forma parte de una lista de quesos del país con Denominación de Origen Protegida. Es uno de los quesos más antiguos y extendidos de Asturias y el nombre (“ahogar la garganta”) se refiere a sus textura compacta y firme. Una más de las suculentas especialidades gastronómicas de Asturias.

El queso Afuegal' Pitu, una de las especialidades de la gastronomía asturiana.
El queso Afuegal’ Pitu, una de las especialidades de la gastronomía asturiana.

Y la visita al Palacio de Ferrera prosigue por los jardines, que seguramente en primavera y verano se ven más lucidos, pero de los que podemos intuir la belleza aún en el invierno recién llegado. De nuevo la luz invernal en un día soleado, muy diferente al anterior, nos invita a quedarnos más tiempo en esta urbe magnífica.

Una última mirada a la inmensa plaza del ayuntamiento que se llena de nuevo del bullicio de la ciudad esta mañana de domingo. Del casco histórico de Avilés a la ciudad marinera de Gijón, que nos espera en este frío domingo. Dejaremos para otra ocasión el que se considera el más bello casco histórico de Asturias, el de Oviedo.

Una última mirada al casco antiguo de Avilés, ¡hasta la próxima!. Ⓒ El Giróscopo Viajero.
Una última mirada al casco antiguo de Avilés, ¡hasta la próxima!. Ⓒ El Giróscopo Viajero.

Asturias nunca deja indiferente, y la bella ciudad de Avilés ha dejado huella en nuestro viaje invernal. De camino a nuestro siguiente destino, vamos rememorando las múltiples instantáneas que se han quedado grabadas en nuestra mente: las curvas entre la niebla del Centro Cultural Niemeyer, los adoquines ocres mojados por la lluvia de las calles antiguas, los palacetes, los soportales palpitantes de vida, en el pasado y también en el presente.

9 comentarios de “Un día de invierno en Avilés

  1. Nieves Suárez Braña

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    Como avilesina, gracias por la previosa descripción de mi villa. Como viajera a la que gusta disfrutar de los rincones de otras ciudades y pueblos, encantada de sentir el aprecio por lo nuestro.

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