Funchal, ciudad caleidoscópica, puerta de entrada a la isla de Madeira. Parte I

Funchal es la puerta a la isla de Madeira, una puerta mágica detrás de la cual se esconden tesoros que no hubiéramos podido descubrir sin haber franqueado antes esta puerta invisible. Funchal es una ciudad de colores: amarillo de la fortaleza del puerto, de la praça amarela, blanco y negro de las losetas de los mosaicos construidos por los calceteiros, magníficas obras de arte (a nuestro parecer) que conforman los suelos de las calles de todo Portugal. Pero Funchal también es azul del océano Atlántico que nos muestra sus aguas transparentes desde cualquier punto de la ciudad. Y verde de las montañas que miran a sus habitantes desde las alturas.

La Fortaleza de San Lorenzo, los amarillos dominan en Funchal
La Fortaleza de São Tiago, los amarillos dominan en Funchal

Siempre hablo de la luz de las ciudades que me conquistan en mis viajes giroscópicos: la luz invernal de Madrid, la luz resplandeciente de Cádiz, la luz llena de color de Sevilla,…Me encuentro invariablemente tratando de comprender la luz de los lugares, pretendiendo ver los mil y un colores que esconden.

La luz de Funchal también tiene su personalidad, es una luz sin misterios, una luz natural que emana directamente del mar, cuyos reflejos constituyen pequeños espejos que convierten a Funchal en una ciudad caleidoscópica. Aunque, con el paso de los días en nuestro viaje a Madeira, sentí que también la bruma enigmática que baja de las montañas que enmarcan la urbe, tenían mucho que ver en esa luz natural y cambiante. Porque la luz de Funchal también es voluble, tan pronto es centelleante y hace de la ciudad un enorme caleidoscopio, tan pronto se torna tenue y los perfiles se vuelven más misteriosos.

Funchal, ciudad caleidoscópica
Funchal, ciudad caleidoscópica

Les invito a dar un largo paseo por esta otra ciudad de la luz, acompañando a estos viajeros giroscópicos insaciables, intentando diseccionarla, buscando en cada rincón ese trocito de cristal que, junto a los otros, forman el caleidoscopio que nos hará comprenderla y empaparnos de ella, para finalmente, casi con certeza, caer enamorados.

El Casco antiguo de Funchal

Caminamos de repente por el casco antiguo de Funchal, ni sé cómo llegamos aquí. En realidad tampoco sé si estamos en Madeira o estamos en alguna ciudad o pueblo de Portugal. La fisonomía de las localidades de este país secreto es tan similar. Tiene marcas claras de personalidad que las identifican. Las calzadas portuguesas hechas de piedras oscuras de basalto y claras de caliza, que se combinan y fusionan para crear maravillosas alfombras de mosaicos. Me fascinan las líneas y curvas dibujadas en estos pavimentos para formar motivos que conocen todas las artes. Por las calles de Lisboa, de Oporto, de Viana do Castelo, de Tavira,…encontramos las obras de arte de los calceteiros.

Las calzadas de las calles de Funchal, dibujos laberínticos fascinantes
Las calzadas de las calles de Funchal, dibujos laberínticos fascinantes

Es Madeira porque entre las calles pueden verse las colinas que se alzan majestuosas, recuerdos obvios del volcán que alguna vez rugió en esta parte del planeta. Cientos de casas blancas nos miran desde la distancia, miran privilegiados la magnífica ciudad de Funchal, centro histórico de la isla de Madeira, y también el mar, azul, brillante, que los saluda todos los días a lo lejos. Desde luego, los habitantes de Monte, São Roque y Santo Antonio deben ser conscientes de su fortuna por tener estas vistas panorámicas excepcionales de este rincón de Madeira.

El ambiente en el casco antiguo de Funchal es bullicioso estos días de principios de verano, pero se trata de un bullicio agradable, poco molesto. Aunque Madeira es un destino turístico, el turista se hace bastante invisible en la ciudad de Funchal y en toda la isla. La gente aquí habla bajito, no es estruendosa, y el viajero se adapta, se funde con este ambiente apacible, sin hacer ruido, disfrutando de todo lo que le rodea, que es mucho.

La luz de Funchal
La luz de Funchal

El sol es intenso en nuestro primer día en Madeira, y hoy le toca a Funchal esa luz inmensa, fulgurante, casi sonora, que va de un edificio a otro reflejándose sin descanso. El cielo azulísimo potencia este fenómeno luminoso y hace aún más bella a la ciudad.

Nos perdemos en las calles de la ciudad antigua de Funchal y desembocamos en plazas llenas de encanto. La primera, en la que se encuentra el bonito edificio del Banco de Portugal. En la avenida principal de Arriaga se prepara la Semana Regional de las Artes, en la que las calles se decorarán con graciosos muñecos de colores realizados por niños, y las plazas se animarán por las tardes y noches de conciertos y espectáculos. En la avenida, el soberbio café-restaurante Ritz, uno de los más antiguos de Funchal, un edificio bellísimo del que no podemos apartar la mirada. Lo veremos todos los días, cuando nos acerquemos al centro, con sus azulejos, su música al vivo, su encanto de antaño. Imperturbable, permanece en su esplendor dándole a Funchal aún más brillo del que ya tiene.

En la Semana Regional de las Artes, las calles de Funchal se alegran con decoraciones originales
En la Semana Regional de las Artes, las calles de Funchal se alegran con decoraciones originales

En seguida llegamos a la catedral de Funchal, la, en la que adivinamos de nuevo una marca típica de Portugal, el estilo Manuelino, aunque el edificio sea mezcla también de otros estilos: flamenco e hispano-gótico. Nos conquista sus sencillez, aunque es catedral, no presume altiva como otras catedrales del mundo. La mezcla de la piedra volcánica con el blanco de la pintura que la cubre la hace bella, no necesita más, para qué si se encuentra en un paraíso…

Además en su interior, la , parece austera, pero guarda algunos tesoros que vamos descubriendo. Primero, mirando al cielo nos topamos con los magníficos techos de alfarje, realizados con madera de cedro autóctona, trabajado al estilo mudéjar (magníficos dorado e incrustaciones de marfil) que se encuentran entre los más bellos de Portugal. Después nuestras miradas nos llevan irremediablemente al espléndido retablo del altar, que nos deja sin palabras. Otro de los elementos que recuerdan a Portugal son los azulejos que son protagonistas en muchas iglesias del continente. El tiempo parece que no pasa en la de Funchal, según nos contaron, la iglesia ha permanecido intacta desde la colonización de los portugueses. Y hay algo en el silencio, en el olor de esta catedral, que nos confirma esa idea de persistencia en el tiempo.

La catedral de Funchal, la Sé, pura belleza manuelina
La catedral de Funchal, la Sé, pura belleza manuelina

Salimos de la de Funchal y la rodeamos, también es bella por detrás, la mires por donde la mires. Continuamos por calles en las que los habitantes hacen su vida como si no estuvieran viviendo en un paraíso, mientras que nosotros, viajeros atónitos, nos mezclamos encantados en esa vida cotidiana que hace que nos sintamos como en casa. La vida transcurre en Funchal a pesar del turismo.

Llegamos a la plaza amarilla, praça amarela, ¡cuánto más bonito es decirlo en portugués!, me encanta esta lengua de siseos y rotundidad. Siempre que voy a Portugal me paro a escuchar a la gente hablar y estaría horas con ese delicioso sonido que parece que acaricia las cosas. Algunos de los viajeros giroscópicos tienen una relación estrecha con los lugares donde se habla el portugués, Portugal, Brasil, sonoridades de una misma habla con una rica variedad de matices. Jugamos a pronunciar cada acento, y nos encanta utilizar esta lengua en cuanto viajamos, aunque intenten hablarnos español. Es cierto que los portugueses dominan muchas lenguas y la nuestra es fácil para ellos, no tanto para los hispanos el portugués, por falta tal vez de interés. Una pena, porque es una delicia hablar la lengua de nuestros vecinos.

La Plaza amarilla en Funchal es un caleidoscopio
La Plaza amarilla en Funchal es un caleidoscopio

La praça amarela también está tapizada del trabajo sinuoso de los calceteiros, es una plaza amplia con terrazas donde pararse a tomar un zumo de las ricas frutas de Madeira, frutas sazonadas, con sabor (esos deliciosos maracujás mezclados con otras frutas, las piñas o los mangos), o una cerveza Coral o Imperial, que tantas veces van a acompañarnos en nuestra estancia en Madeira. En esta plaza está el Museo la ciudad del Azúcar, y de ella parten otras callejuelas que nos conducen a cualquier punto de la ciudad.

No sabemos si continuar hacia el mar o continuar desvelando los misterios que esconde el casco antiguo de Funchal. Acabamos de llegar y el ansia por descubrir la ciudad es enorme, por lo que nuestros pies nos conducen a las callejuelas. El mar puede esperar, siempre espera.

Cafés y pastelerías, un alto en el camino

No nos extraña encontrar esos sabores conocidos, esas pastelerías con las vitrinas repletas de auténticas delicias que nos invitan a la glotonería. En el resto de Portugal – el continente, como le llaman aquí – probamos estos pasteis de nata, palmeiras cubiertas de azúcar glass, croissants de manteiga, …Estos sabores ya nos habían conquistado en otras ocasiones. El entusiasmo por volver a encontrarlos en Madeira nos hace comportarnos como viajeros giroscópicos voraces.

El delicioso Pão de Deus, típico de Madeira
El delicioso Pão de Deus, típico de Madeira

Todos los días de nuestra estancia en Madeira vamos a desayunar a cualquiera de las cafeterías donde se puede tomar algún pastel, acompañado del siempre delicioso café portugués. Siempre que hemos ido a Portugal hemos probado cafés excelentes, tanto que es mejor tomarlo solo que con leche. La llamada bica, aunque el garoto (cortado) tampoco está mal. Ese sabor auténtico del café portugués – baratísimo, por cierto, o al menos acorde con la economía del país, como debe de ser – nos acompaña en el paladar durante todo el día.

El pastel típico de Madeira que nos seduce desde el primer día es el Pão de Deus una exquisitez de bizcocho de coco, junto las queijadas, los funchalinhos, y el delicioso pan de patata.

Funchal, Arte portas abertas

Pasamos por el célebre Mercado dos Lavradores, pocos días después lo exploraremos y experimentaremos impresiones encontradas: admiración por el bullicio, el encanto del edificio y la variedad de frutas tropicales; pero decepción porque perdió la autenticidad por mirar demasiado al turismo -. Sin embargo sigue siendo un lugar de encuentro para muchos habitantes de Funchal.

El Mercado dos Lavradores, el más célebre de Funchal
El Mercado dos Lavradores, el más célebre de Funchal

Pero hoy tomamos otra dirección, al lado del Mercado dos Lavradores, una puerta nos conduce a una calle llena de puertas,Portas con arte nos anuncia. Es como una metáfora, Funchal puerta de entrada a la isla de Madeira, nos abre cientos de puertas a lugares enigmáticos. No sabemos donde estamos, traspasamos sin más esa puerta invisible y de pronto nos encontramos con una sucesión de puertas que no se conformaron con estar pintadas de un solo color, prefirieron que alguien volcase su talento en ellas y las llenase de luz y color.

La primera puerta nos hace preguntarnos si esta calle de “Portas con arte” se duplica para confundirnos. Algunas consiguen que sonriamos para después quedarnos de pronto en silencio ante una grieta que se abre y un hombre minúsculo, la humanidad pequeña frente a la oscuridad. Otras nos sorprenden: una llave construida con infinitas llaves, ¿qué llevan a dónde?; una puerta que son dos esculturas gigantes de rostros que hablan de utopía; de otra puerta se disparan alambres que pretenden tocarnos. Un dibujo de una mujer que parece sacada de un comic nos inquieta.

Puertas mágicas en Funchal
Puertas mágicas en Funchal

En la misma calle hay galerías de arte que abren también sus puertas en un intento por crear un vínculo con este arte de calle que nos está envolviendo. Entretanto, miramos al cielo y vemos pasar de pronto una cabina del teleférico de Funchal de gente que nos observa de cerca. ¡Inédita esta ciudad, que a cada momento nos desconcierta y nos seduce por igual!

Nos enteramos de que esta calle llena de arte es un proyecto de unos artistas que quisieron abrir las puertas de la ciudad de Funchal al arte y la cultura. Nos emociona pensar cómo el arte se introduce en la vida de los ciudadanos despertando emociones, y se queda pasando a formar parte de la fisonomía de la ciudad.

El arte no se reduce en Funchal a la calle Santa María, extiende sus tentáculos a los muros de cualquier edificio, cubriéndolo casi por completo de lucidos graffittis. Las miradas se detienen en ellos. Y en el paseo marítimo y en cualquier parte de la ciudad hay magníficas esculturas que nos cuentan historias, que nos hablan de humanidad.

Funchal, ciudad moderna con graffitis con estilo
Funchal, ciudad moderna con graffitis con estilo

Funchal, ciudad de jardines y flores, ciudad abierta al mar

Salimos de las callejuelas imbricadas y la ciudad se abre al mar, se hace de pronto espaciosa, inmensa, explanadas grandes que dejan entrar esa luz centelleante. Nos deslumbra cuando intentamos ver esos vehículos volantes solo sujetos con un alambre grueso y resistente, cabinas acristaladas que transportan a la gente a los lugares más altos de la ciudad. La modernidad de Funchal se une en una fusión perfecta con lo antiguo. Podemos verlo en el magnífico edificio del teleférico, y en su diseño, cuyo interior puede verse desde fuera, la gran escalera en caracol que sube hasta la puerta de embarque del teleférico. Jardines llenos de plantas y flores, algunas poco conocidas para nosotros, que forman bonitos diseños decorar el césped verde, presumiendo de ser la ciudad de las flores. No podemos ni imaginarnos cómo será la Fiesta de las Flores de Madeira.

El teleférico de Funchal, del mar al Monte, al Jardín Botánico, al Jardín Monte Palace, a las nubes...
El teleférico de Funchal, del mar al Monte, al Jardín Botánico, al Jardín Monte Palace, a las nubes…

Un espléndido ejemplo de flora de Madeira está en el espectacular Jardín Botánico de Funchal, al que se llega precisamente en teleférico, un lugar en el que pasar toda una mañana con la boca abierta admirando las especies autóctonas y exóticas que supieron adaptarse al benigno clima de Madeira. El Jardín Botánico es de visita obligada en nuestro viaje a Madeira y gracias a los embajadores del turismo en estas islas, la Asociación de Promoción de la isla de Madeira, podremos disfrutar de un trayecto vertiginoso y excitante en el teleférico de Funchal, y una espléndida mañana en el soberbio Jardín Botánico, cuyos colores se han quedado ya grabados en nuestra memoria.

Una extraña escultura de unos hombres empujando una especie de dinosaurio anaranjado nos llama la atención. Caminamos por este gran espacio ajardinado, viendo llegar las cabinas del teleférico en una cadencia constante e interminable: llegan para luego partir. La ciudad se muestra esplendorosa desde este punto de vista: esta increíble obra de ingeniería se pierde en los montes de Funchal, enormes columnas verdes se enraízan en el suelo para soportar el peso del teleférico. Esta admiración por las gigantescas obras realizadas en Funchal se hará aún más patente a lo largo de los días de nuestro viaje a Madeira, cuando fascinados contemplemos las autovías y viaductos que atraviesan la geografía de una ciudad que de ninguna otra forma podría unirse a los pueblos y lugares que la rodean. Y también en el momento en que por fin seamos conscientes de la inmensidad de la construcción del aeropuerto de Madeira, cuya pista pasa por encima de carreteras y autovías.

Soberbio el Jardín botánico de Funchal
Soberbio el Jardín botánico de Funchal

Qué belleza el contraste de la flora madeirense con los edificios del casco antiguo, esta inmensa explanada, las colinas pobladas de casas como telón de fondo y la tranquilidad de la gente que pasea sin prisa por esta ciudad. No deja de llamarnos la atención esta parsimonia desde el momento en el que llegamos a Madeira. La envidiable calma de habitantes circunspectos de un lugar que no quiere ingresar en el mundo de urgencias y premuras. No tienen necesidad de hacerlo, prefieren disfrutar con placidez de lo que poseen, saboreándolo, invitándolos a hacerlo con ellos. Nosotros, viajeros que habitamos la ciudad por unos días y que acabamos haciendo nuestra.

Funchal, portas abertas. Ciudad abierta al arte
Funchal, portas abertas. Ciudad abierta al arte

Leer Capítulo II: Funchal, ciudad caleidoscópica que mira al mar.

Agradecimientos

Un enorme agradecimiento a la Associação de Promoção da Madeira por la invitación a este press trip inolvidable. A Visit Madeira y Visit Porto Santo por permitirnos habitar la ciudad de Funchal y hacerla nuestra, y por ayudarnos a descubrir el archipiélago de Madeira y Porto Santo.

Mágica la visita al Jardín Botánico de Madeira, vertiginosa la subida en los funiculares de Funchal, fantástico el Festival del Atlántico. Gracias también por ofrecernos la posibilidad de descubrir la isla Porto Santo y de viajar en catamarán para ver Funchal desde el mar y admirar la vida marina a un paso de la civilización.

Mil gracias a Marta Henriques, Sandra Gouveia y Juan Gonçalves, por su interés, su amabilidad y por abrirnos los brazos a esta isla que ya llevamos en nuestra retina para siempre y a la que esperamos volver. Procuraremos llenar www.islamadeira.es de todos los lugares mágicos que visitamos, de fotografías, consejos y secretos que invitarán a viajeros como nosotros a descubrir una isla de ensueño.

Un agradecimiento especial a Rosa Silva y Living Tours por su colaboración, su trabajo y constancia y por ofrecernos la oportunidad de pasar un día excitante haciendo canyoning en Madeira y de descubrir las soberbias levadas con auténticos profesionales.

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